martes, 21 de abril de 2009

Tercera: La Tarta

Hemos llegado a la esquina de Zaragoza y Francisco Sosa, en el antiquísimo barrio de Coyoacán. En la vitrina que da a la calle moderna de Zaragoza se exhiben pasteles de colores, alturas y formas caprichosas, tartas de bombones y frutas que recuerdan naciones tropicales y playas de arena fina. Así aguardan los productos de "La Tarta", esta miscelánea y pastelería de exteriores blancos, impolutos como sus merengues.

La mayor distinción de esta pequeña pastelería reside en la tarta "Tatín de Manzana", dos pisos compuestos por trozos de manzana cocida y caramelo descansan sobre una base de masa suave. A primera vista llama la atención su color: un dorado impecable como un baño de caramelo duro. Sin embargo, se descubre dócil como la manzana para compota. De olor dulce, dulcísimo y sabor fresco, como el de una manzana recién cortada, agridulce y jugoso.

La tarta es buena compañera de los helados...Casi a propósito se ha instalado (a una sastrería de distancia) Bind, un sitio que no sólo ofrece chocolates con cardamomo y jengibre: es una gelatería. Sería recomendable conjugar el Tatín con un helado de naranja y azafrán o pistache y zarzamora: hay una lista de juegos fríos para cautivar el paladar con especias orientales y locales con los frutos de la tierra del cacao.

La Tarta y Bind se ubican a una cuadra del parque de Santa Catarina. Es de aprovechar la ocasión para que tarta y helado se disfruten a la sombra de los árboles, al abrigo de la plaza y sus viejos bancos de piedra; un paradero perfecto para entregarse a lo extravagante y lo familiar, a texturas suaves que acarician el paladar e insuflan el ánimo para cerrar una tarde cálida.

La tarta y helado se disfrutan mejor a la sombra de los árboles, bajo el abrigo de la plaza y sobre los viejos bancos de piedra. El lugar es idóneo para entregarse a lo extravagante y lo familiar, a texturas suaves que acarician el paladar e insuflan el ánimo para cerrar una tarde cálida.



View La Tarta in a larger map

sábado, 4 de abril de 2009

Segunda: Pan Chino Despintado

Escondido entre Fuentes de Satélite y Bellavista hay un pequeño local discreto. Es más: "discretísimo". La puerta de acceso no da cabida más que a dos personas. Quizás no tenga más nombre que un letrero (des)pintado sobre lámina: "Pan chino", cuyas letras emulan pinceladas de caligrafía oriental.

El aroma es tímido aún. Al entrar se encuentra un mostrador luciendo el pan que ha salido. En las primeras horas de la mañana, hacia las 900, están listas las mantecadas y su sombrerito de nuez, baguettes con pecas de ajonjolí, exquisitas conchas bronceadas y por supuesto, los chinos. Es lo que siempre hay para entonces aunque no lo único.

Poco antes del medio día, el aroma del pan recién hecho ya sale de la tienda para atraer la vista sobre toda la variedad. En el pequeño aparador ya se exhiben las roscas de canela, polvorones, empanadas de manzana, pollo o atún. Claro, hay piezas clásicas como cuernitos y orejas. Otras son misteriosas, como las chocolatinas, bigotes y rellenos de chocolate. Evidentemente lo misterioso no es el tipo de contenido (chocolate) sino que a primera vista no parecieran tener algo adentro. Sin embargo la sorpresa es bien grata.

¡Todo muy rico! -Cada pieza son 5 pesos muy bien utilizados. Dejo para el final mis tres favoritos: donas de chocolate, españoles y besos. Los primeros no requieren gran descripción: una masa circular carente de centro, coronada de chocolate. Generalmente no me encantan las donas, pero éstas son suaves, la consistencia permite deleitar la masa fundirse con el chocolate. Son tan especiales que envician a los no degustadores del dulce.

Los españoles son roles con un respiro de mantequilla untada en su interior. Aquí lo interesante es el tipo de pan: este rol no es muy ancho; casi crujiente, como un hojaldre ligeramente húmedo. Hasta arriba, ¡ñic!, una pizca de azúcar. Me gustaría abundar en el detalle que hace mágicos estos españoles, pero aún no identifico "el gran" elemento clave.

Más difícil de describir para mí serán los besos. Hace un par de meses leí una buena definición en inglés que intentaré traducir: dos montecitos bañados de azúcar unidos en la base por un beso de mermelada. Lo especial en ... "Pan Chino Despintado" (llamémosle así para efectos prácticos), es su consistencia: no es comparable a las conchas, no, en realidad tienen su propia personalidad. Densos pero no chiclosos, una verdadera sinfonía entre mantequilla, azúcar, harina y leche apta para los amantes del dulce. En palabras de un compañero: "buenísimos, como las virtudes cardinales".

Hay una peculiaridad más del "Pan Chino Despintado". Uno siempre verá a dos jóvenes atendiendo el local, vestidos de blanco, de presencia agradable, uno moreno y el otro apiñonado, dispuestos a consentir al cliente (sospecho que hay una hermana apoyándolos por sus mismos ojos de aceituna). Cuando llego por el pan, los besos sólo son bollitos en charolas que esperan enfriarse para que no se rompan al armarlos. Pero para este goloso comensal, hacen uno --y sólo uno-- al punto en que pido mi ración de vida.

Así concluye la visita a la pequeña calle Rancho Castro donde el pan sale se entrega en las infalibles bolsas de papel estraza, o bien, para cuidar el ambiente, en el recipiente que uno lleve, pues en este local chiquito no hay cliente tan grande como el que compra pan.



View Larger Map