sábado, 6 de junio de 2009

Quinta: Da Silva o un refugio en el corazón de Polanco

A la sombra de una jacaranda se yergue una fachada angosta de madera y grandes ventanas. La puerta se abre cuando un un olor a levadura, manteca y sal se entrelaza con los provenientes de otros restaurantes cercanos, lugares sofisticados, contrastantes a esta pequeña panadería en el corazón de Polanco. A media cuadra de la plaza Petit France, a dos de Campos Eliseos, a unos pasos de Julio Verne y el parque Lincoln; en Oscar Wilde al número doce espera Da Silva.

Basta entrar para sentirse en un sitio acogedor aunque ascético y pequeño, iluminado por la luz que se cuela entre las ramas de la Jacaranda. En pequeñas canastas sobre repisas de madera reposan panes de olores embriagantes. Las piezas no se clasifican; en ese heterogéneo de masas se distinguen conchas, rollos de frutas, croissants, chocolatinas, pan de tomate, de miel, de avena, más allá se encuentran algunos bizcochos y galletas.

Entre esa variedad resaltan los pequeños rollos que emanan el olor característico de frutas abrillantadas y fermentadas. Se percibe, también, reminiscencia de algún licor, ron u oporto quizás. Son de textura suave pero consistente, deja un sabor agradable en el paladar por algunas horas, la sensación de un dulce que no agobia los sentidos y de la mantequilla, en justa proporción para acompañar un buen café o un té con leche (o limón).

Las conchas de pan de naranja son de mencionarse. Su amable glaseado resulta excelente por las mañanas: el aroma despierta los sentidos, sin duda aviva y presta fuerza para el inicio del día. En las crossaints y otros panes hallaremos una buena dosis de mantequilla perceptible desde la primera mordida, resulta agradable sin deje agrio. Las chocolatinas son otra opción, especialmente si el chocolate semiamargo es debilidad: no es de extrañarse la aparición de una cascada de ansias por devorarlo. Pero llevemos al extremo la sensación: sería mucho más hedonista jugar lentamente con el sabor de cada emboque.

Supongamos nuestro pedido de pan para "hacer algo con él". Así que además de empanadas y otras delicias, el pan rústico de tomate no falta. El sabor es suave, funciona mejor para un sandwich que para acompañar la comida. La sugerencia es cortarlo transversalmente para obtener una base, un piso intermedio y una tapa. A cada parte le corresponede mayonesa con rebanadas de jitomate y luego variar en cada división. Por ejemplo, la parte de arriba: pimienta, aguacate, una cucharadita de mole, ajo en polvo junto con dos rebanadas de pechuga de pavo y algo de germen. El piso inferior llevaría mostaza, orégano, pimienta, cilantro picado, un par de hojas de lechuga y también alguna carne fría con queso mozarella gratinado. Una mitad para desayunar es excelente. ¿La otra mitad? -Para compartir.

Se acerca el verano y siempre es bueno tener a la mano algún postre frio. Al refugio de un amplio frigorífico observan tartas de pistache con helado de crema, de queso de cabra, de chocolate, de frutas, … También hay shush rellenos de esa tradicional crema hebrea de leche agria y para aquellos no tan afectos los hay sin relleno.

Si gustan de las nueces, la tarta de pistache es ideal. Una masa consistente, envuelta por helado de vainilla sobre una base de galleta. A pesar de estar mezclados los sabores mantienen su identidad y en las fragancias se aprecia la proporción exacta para despertar el apetito y dar buen paso a la tarde. Los precios son considerables, aunque vale la pena comentar que el pan está diseñado para ofrecer mayor duración en el congelador bajo la promesa de mantener frescura y sabor al salir de él. Los detalles al respecto están en la página de internet (www.dasilva.com.mx), en el menú "servicios", submenú "consejos gourmet".


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viernes, 5 de junio de 2009

Paréntesis primero: en El Mundo del Café

Al café se llega cuando la tarde languidece. A las risas corresponde el contrapunto del roce con la loza, el estruendo del agua hirviendo que emana con función mientras el ruido de la calle Centenario se cuela por el quicio de las ventanas biseladas.

Además de una caja registradora mal combinada con el carácter antiguo del mobiliaro, en las vitrinas de la barra laqueada se muestra ese fruto --alguna vez granado-- que un pastor descubrió en la antigua Etiopía. Este es el Mundo del Café: pequeña esquina de Coyoacán y buen refugio para nuestro paladar aterido de carbohidratos, ansioso de compañía líquida.

La mayoría de las confituras ahí no resultan mancuerna para la gran pócima. Pero uno de ellos, ofertado como "alfajor", llamó nuestra atención. Nos pareció, más bien, un híbrido entre shuh y profiterol gigante con relleno, eso sí, espolvoreado con azúcar glass. Suave, compacto, húmedo, corteza crujiente, dulce de leche cremoso. Este alfajor resultó buena confitura. Aunque, como indica el nombre del local, este sitio es más para degustar cafés que pan dulce.

Puesto que este pan lleva compañía, que se parezca al dueño: háganse de un buen colega para una gran charla, un reencuentro con amigos, un sitio para la dicha y la amargura, para elevarse con el vapor de tan inspirador brebaje.



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